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Jueves 11 de junio

Salvar el autocar Ayer, pasando por el centro de Barcelona, me topé con una manifestación singular. Desde lejos se oían insistentes toques de claxon, pero no se veía aglomeración de gente y, cosa curiosa, tampoco policías. Así que me acerqué hasta la plaza de Catalunya, allí donde termina la Ronda de Sant Pere y empieza Paseo de Gracia, y descubrí, al igual que muchos viandantes curiosos, de qué se trataba. Autocares , de toda clase y color, iban circulando por las calles céntricas, dando vueltas alrededor de la plaza, entremezclados con el tránsito normal, y haciendo resonar sus bocinas. En sus laterales, e incluso en sus frontales, se podía leer una y otra vez la frase: ¡ Salvar el Autocar ! Otro colectivo que ha sufrido las consecuencias del confinamiento y el cierre de fronteras: nacionales, internacionales, provinciales y hasta locales. La reducción de los desplazamientos y la entrada casi en coma del turismo está afectando, a buen seguro, a muchísimos trabajadores y familia

Martes 9 de junio

Nueva normalidad Después del «quédate en casa», el «todo irá bien» y el «juntos podremos vencer», ahora toca el turno a la «nueva normalidad». Es curioso estudiar los eslóganes que se nos han inoculado hasta en la sangre durante estos cuatro meses de cuarentena. Nueva normalidad. ¿Qué significa esto? Normalidad, en lenguaje corriente, significa volver a lo de siempre, a la costumbre, a lo sabido, a la zona de confort en la que hemos crecido y a la que estábamos amoldados. Pero… ¡nueva! Si es nueva, es que algo ha cambiado. Y esta es otra de las ideas que se han difundido por todas partes: las cosas ya no volverán a ser como antes, emerge algo nuevo, «el mundo después del coronavirus». Caramba, parece que seguimos un guión muy bien orquestado. Normalidad viene de norma. ¿Quién establece las normas sociales que definen lo que está bien y lo que no? ¿Quién se inventó la normalidad? ¿Quién decide lo que es normal, y lo que no? Antiguamente, las normas las dictaban los reyes y los s

Sábado 6 de junio

Crisis provocadas Hace diez años, cuando vine a vivir a Barcelona, recuerdo que tuve una conversación con un señor, procedente del mundo de la bolsa y las inversiones. Este hombre tenía mucha información sobre geopolítica y los movimientos internacionales. No me refiero a los sucesos que vemos en los medios, sino a todo el movimiento económico y financiero que hay detrás de guerras, modas, crisis y revoluciones. Esa trama salta fronteras y gobiernos, y mueve los hilos de lo que, después, se convierte en noticia. Conversando con él, hablamos de la reciente crisis financiera y del futuro. Me dijo que la crisis se alargaría y vendrían otras, aún peores. Y que nosotros, como oenegé, haríamos bien en centrarnos en la pobreza y en proyectos humanitarios, tipo comedores sociales, porque sería necesario. Yo le pregunté por qué interesaba provocar tantas crisis, que luego generaban pobreza y malestar. Y, en algunos países, muertes. Sonriendo, me dijo: Eso te preocupa a ti. A ellos , no. La

Jueves 4 de junio

¡No puedo respirar! Esta es la frase, trágica, que repitió una y otra vez el ciudadano Floyd antes de morir en el hospital, tras una violenta detención policial en los USA. Sus últimas palabras han dado la vuelta al mundo. ¡No puedo respirar! La misma frase escuché ayer, cuando me crucé con una vecina mía por la calle. Con la mascarilla bajada, arrastrando su carrito de la compra, me saludó y, casi como excusándose, añadió: ¡Con esto no puedo! Le sonreí y le dije que tenía razón. Yo no llevaba puesta la mascarilla. Me enteré, hace pocos días, que el BOE (el oficial, el del estado) prescribe el uso de mascarilla sólo si se rompe la distancia de seguridad. Y que exime de su uso a personas con problemas respiratorios o de asma. Me he enterado, por el canal de Youtube de un médico mediático con aire de locutor de la CNN, que las mascarillas azules, las que casi todos llevamos, protegen a los demás de tu saliva y tu aliento, pero no a ti. Y que las mascarillas blancas de "pico de pato&

Lunes 1 de junio

Terrazas Los bares han abierto sus puertas y, como en el interior no se permite que se agolpe la gente, ¡las mesas han invadido las aceras! Cuánta vida, de pronto, ha llenado nuestras aceras. Cuántas conversaciones bajo los parasoles, cuántos reencuentros de amigos y de compañeros, de estudios, de trabajo, o vecinos.   Las terrazas florecen. Leí en un periódico que las solicitudes de licencias para ocupar el espacio público han aumentado. ¡Somos un país mediterráneo! La vida social, en la calle, es imprescindible. Nunca he sido amiga de bares. Pero hubo una época en que los frecuenté, cuando salía con mi grupo de amigos, siendo jovencita. Comprendo muy bien lo que significa encontrarse para nada en concreto, simplemente para vernos las caras, para hablar de cualquier cosa, para pasar un rato juntos. El escenario para estos encuentros siempre es fuera de casa . Alrededor de una mesa. Al aire libre, si el tiempo lo permite. El bar es mucho más que un establecimiento de bebidas y má

Domingo 31 de mayo

Sol naciente Esta mañana he dado un largo paseo en bicicleta junto al mar. Apenas he cruzado la ronda litoral y he salido al paseo marítimo, un enorme sol naciente ha llenado mis ojos. Rojo, elevándose sobre el mar. Cautivando las miradas de corredores, viandantes y contemplativos que madrugan para atrapar esta primera hora del día. La hora mágica, la hora milagrosa. La hora en que muere la noche y el mar queda bañado de luz. No hay dos amaneceres iguales; el de hoy era perfecto. Y después, pedaleando y respirando el frescor de la mañana, he comprobado que la gente sigue saliendo. No es la multitud de los primeros días, quizás porque es domingo. Una de las pocas cosas buenas del confinamiento es que, al no haber ocio nocturno, las madrugadas son mucho más tranquilas. Puedo salir un domingo por la mañana sin encontrarme con el triste espectáculo de puñados de humanidad rota por el alcohol y la droga. Qué lástima que para evitar eso tenga que venir una epidemia y un estado de «anor

Sábado 30 de mayo

El desafío de ser feliz En estos meses de confinamiento me ha ocurrido como a muchas personas. Aprovechando que tenía más horas para estar en casa, me he apuntado a varios cursos online. ¡La actividad virtual ha sido intensa! Uno de los talleres online que seguí fue un “desafío” o challenge (esto que está tan de moda) de crecimiento personal. Quizás algunos podéis pensar qué hace una mujer como yo, a mi edad, haciendo ese tipo de cosas. Bueno, la verdad es que, aunque estoy a punto de cumplir cincuenta tacos, siento que todavía tengo mucho por caminar y que, pese a toda la experiencia acumulada que tengo, que no es poca, aún debo aprender algunas cosas. Este seminario, además de enseñarme varios conceptos interesantes, me ha ayudado a recordar qué es prioritario en mi vida y cómo organizarme mejor para dar tiempo a esas prioridades. El último día del desafío, nuestro profesor, coach o animador, nos invita a ¡compartir! No te quedes adentro lo que has aprendido. ¡Contribuye! Así