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Lunes 30 de marzo

Calma y confianza Lluvia. Es el tercer lunes consecutivo que empezamos la semana con agua y frío. Como si el cielo nos invitara a seguir quedándonos en casa. Recluidos, guarecidos, a salvo. Cuando llueve, en casa se está mejor. Llueve y la primavera ha dado un salto atrás. En los montes nieva. La feria de Barcelona se ha convertido en albergue para los indigentes. El ejército ha montado hospitales de campaña en el recinto ferial de Madrid. La ola de la gripe sigue extendiéndose. Pero la gran ola, que durará mucho más que la gripe, será la crisis económica que se ha iniciado. Recibo varios videos colgados en la Red. En Italia, hace tres años, la RAI emitió en un programa magazine un reportaje sobre un coronavirus diseñado por un laboratorio chino, a fin de diseñar fármacos para dolencias pulmonares. No era el primero. El virus se probó en animales, pero también podía infectar a humanos. El presentador se cuestionaba acerca de la seguridad de tales experimentos… ¿Casualidad?

Domingo 29 de marzo

Cercanías y soledades Cambio de horario. A las dos serán las tres… y mañana amanecerá más tarde, pero los anocheceres serán más largos y luminosos. Dormiremos una hora menos, pero esta vez apenas lo notaremos. No hay lugares a donde ir, no hay horarios que cumplir, no hay misas a las que asistir. Echo de menos la misa semanal. Y echo de menos ver muchas caras, escuchar muchas voces. Algunas las oigo por teléfono. Otras, resuenan en los e-mails que recibo. Hoy me han escrito tres personas amigas, tres mensajes que releo, cargados de cariño y sinceridad. Respondo y les digo que la soledad no me pesa. Y es cierto. Mis soledades están siempre muy llenas, no me aburro, siempre tengo algo que hacer y alguien en quien pensar. No me asusta el silencio, ni encontrarme conmigo misma. En realidad, nunca estoy sola del todo… Pero también es cierto que los otros enriquecen mi vida. Amigos, familia, personas cercanas y no tan próximas. Quizás sea necesario alejarse para comprender cuánto va

Sábado 28 de marzo

Chi lo sa! ¡Pasó la quincena! Y ahora, el gobierno anuncia que el estado de alarma y el confinamiento se prolongará quince días más. Tal vez llegue a ser, de verdad, una cuarentena. Cuarenta días para alejar el peligro de esa gripe coronada que estalló con efecto retardado y que cada día nos despierta con una oleada más de contagios, de enfermos, de muertes. Cuarenta días para aprender a quedarse en casa. Para aprender a convivir estrechamente con aquellos a quienes amas y a quienes antes esquivabas, con mil y un pretextos. Cuarenta días para encontrarnos con nuestros fantasmas y nuestro silencio. Cuarenta días, para muchos, de aislamiento penoso. Para otros será lluvia sobre mojado, porque ya viven hundidos en la soledad. Cuarenta días de retiro espiritual… ¡Qué privilegio! Cuarenta días de vacaciones forzadas. Cuarenta días de teletrabajo con los dedos en el teclado y los ojos pegados a la pantalla. Cuarenta días de gimnasio en casa, de probar mil recetas o ensayar remedi

Viernes, 27 de marzo

Manuel también lleva mascarilla A Manuel lo veo de tanto en tanto, sentado en su chaflán, con sus bolsas arrugadas llenas de vete-a-saber-qué y su vasito de cartón, con el que pide monedas. Si llevo algo, le echo una de euro, o de dos. Antes, cuando nos veíamos, nos saludábamos con nuestro gesto peculiar, chocando los nudillos. Ahora… Manuel lleva mascarilla. Algún alma caritativa se la dio, quizás fue un asistente social o ese ángel misterioso que de vez en cuando se lo lleva a que le corten el pelo y le rasuren la barba. Manuel está tranquilo y respeta las normas. Sigue fumando sus colillas de porro reciclado y sonriendo bajo el sol, ese sol que le ha curtido la piel hasta volvérsela como bronce oscuro. Tiene los ojos de un azul increíble. Nos saludamos, a dos metros de distancia. Le arrojo una moneda y casi me siento mal. Él levanta la mano y sonríe por debajo de la mascarilla. Sí, Manuel también secunda las normas. Quizás la única que no puede seguir es el “Quédate en c

Jueves, 26 de marzo

Hoy me desperté a media noche, salí a mirar por la ventana y vi las estrellas trazando un dibujo familiar: la constelación del Cisne luciendo sobre mi cabeza. El cisne que, en agosto, planea sobre la Vía Láctea en las primeras horas de la noche. No sé por qué, me ha llenado de esperanza verlo. Hacia el este, sobre el mar, se alzaba un lucero enorme. Hoy ha amanecido un día radiante. Sí, el mundo sigue girando y las estrellas siguen su curso. El mundo no se ha detenido, aunque lo parezca. No se detiene el tiempo, aunque las horas se hagan interminables en el encierro. El tiempo no se detiene, y en los hospitales se acelera; allí se vive a contrarreloj y los días suceden a las noches en imparable frenesí. Por eso suenan los aplausos, cada tarde a las ocho. Unos luchan en el frente, otros resisten en la retaguardia, luchando contra el tedio, la impaciencia, el miedo y el deseo de que todo termine pronto. Corren las noticias, y con la resignación brota también la indignación.

25 de marzo

Volveremos a juntarnos... Corre por la Red una bellísima canción , que rezuma ternura, dolor y esperanza. En medio de la guerra asoma una luz; las flores brotan en las ruinas. También en las guerras víricas, donde los héroes combaten con mono, bata blanca y mascarilla, y no con casco y ametralladora. ¿Escudo? No hay otro que la distancia, ese muro transparente que nos aleja y nos protege. Aislamiento seguro, perforado por miradas anhelantes que piden un beso no dado, un abrazo de carne y hueso, mezcla de alientos que no sean venenosos, sino sorbos de vida. Volveremos a juntarnos… Y a brindar, y a tomar café juntos, y a reír y a cantar, sin miedo a que la voz lleve la muerte en el aire que nos separa. En Madrid, una pista de hielo se ha convertido en tanatorio. Los hoteles se transforman en hospitales; un convento de monjas, en taller de mascarillas; una terraza, en insólito escenario de orquesta; una industria de automóviles, en fábrica de respiradores. «El ser humano

Martes, 24 de marzo

Viento y soledad Marzo ventoso… Hoy sopla el viento. La cuarentena se va a prorrogar, quince días más. Ya no quiero seguir las estadísticas y las cifras. Prefiero leer, escribir, llamar a mis padres, a una persona amiga. Estar ahí, sin «estar». Estudiar. Rezar y dar gracias. Porque, cuando pienso en las personas sin hogar, ¡es una bendición tener una casa decente donde recluirte! ¿Qué ocurre con los sin techo? Los primeros días de cuarentena, eran los únicos grupos que quedaban en las calles y nadie les decía nada. Después llegaron las denuncias… La mayoría de los comedores sociales han cerrado. La mayoría de los voluntarios de Cáritas son personas mayores, a quienes se les aconseja quedarse en casa, sí o sí. Dicen que el Ayuntamiento ha habilitado espacios, polideportivos, colegios. Pero hay almas que rehuyen el confinamiento, voluntario o forzoso. ¿A dónde irán los trotamundos, inmunes a los virus, pero no a la soledad? Se espabilarán, unidos en la miseria. La policía hará la