Sábado 28 de marzo

Chi lo sa!


¡Pasó la quincena! Y ahora, el gobierno anuncia que el estado de alarma y el confinamiento se prolongará quince días más. Tal vez llegue a ser, de verdad, una cuarentena. Cuarenta días para alejar el peligro de esa gripe coronada que estalló con efecto retardado y que cada día nos despierta con una oleada más de contagios, de enfermos, de muertes.

Cuarenta días para aprender a quedarse en casa. Para aprender a convivir estrechamente con aquellos a quienes amas y a quienes antes esquivabas, con mil y un pretextos. Cuarenta días para encontrarnos con nuestros fantasmas y nuestro silencio. Cuarenta días, para muchos, de aislamiento penoso. Para otros será lluvia sobre mojado, porque ya viven hundidos en la soledad.

Cuarenta días de retiro espiritual… ¡Qué privilegio! Cuarenta días de vacaciones forzadas. Cuarenta días de teletrabajo con los dedos en el teclado y los ojos pegados a la pantalla. Cuarenta días de gimnasio en casa, de probar mil recetas o ensayar remedios caseros para contener al virus; cuarenta días de atracones de series televisivas o videos por Internet.

Cuarenta días de solidaridad a manos llenas, de creatividad hogareña, de aplausos a las ocho, de cadenas de oraciones, mensajes que vuelan y canciones a los nuevos héroes. Los que combaten, y los que se quedan en casa.

Cuarenta días que pueden cambiar el mundo… y a nosotros. Y que, para muchos, son el preludio de una amenaza. Paro, pobreza, incertidumbre… ¿Qué haremos cuando todo pase?
Las cosas ya no serán como antes.

¿Lo orquestaron “desde arriba”? ¿Somos juguetes de un experimento a escala global? Chi lo sa! Sea como sea, los “de arriba” nunca podrán controlar todo el caudal de ingenio, la rebelde bondad, las inquebrantables ganas de vida, que hay aquí “abajo”.

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