Entradas

Jueves 30 de abril

Algo nuevo que ofrecer ¡Pasó abril! Y ya queda poco… Se atisba la luz tras el túnel. Sólo nos quedan — si todo va bien — unos diez días de cuarentena. ¡Sólo! Aunque el proceso de vuelta a la normalidad será lento y no son pocos los que proclaman que la «nueva normalidad» será otra, y que las cosas ya no volverán a ser como antes. Nueva normalidad, nuevo orden mundial, el mundo después del coronavirus… Nueva sociedad, nueva política, nuevas formas de comunicarnos, de aprender, de trabajar, de… ¡Cuánta novedad! ¿O serán cosas viejas, disfrazadas con el barniz de lo tecnológico y lo innovador? ¿Será mejor lo nuevo que venga que lo que teníamos? Creo que eso dependerá mucho de nosotros. Recuerdo que empecé este año publicando en mi Facebook una cita de san Agustín: «Los tiempos no son buenos ni malos, somos nosotros los que hacemos los tiempos». Así somos, así son los tiempos. Hay cosas que no podemos evitar, realidades que no controlamos y amenazas ante las que no po

Martes 28 de abril

Tambores confinados Mis vecinos han empezado a tocar el tambor. Supongo que, hartos y aburridos, han echado mano a una especie de timbal, o batería, no lo sé. Suena rotundo y estridente, y lo tocan con tanto entusiasmo como una banda de zulúes en la sabana, cánticos incluidos. O me enfado, o me pongo a bailar. No estamos en la sabana, sino en pisos de cincuenta metros cuadrados con paredes de yeso que todo lo dejan pasar: toses, voces, suspiros, ronquidos y hasta el crepitar de la fritanga en la sartén. No estamos en la sabana… ¡Pero la añoramos como leones enjaulados! Los niños ya pueden salir a la calle, ¡y se nota! Me cuentan que en la Barceloneta este domingo se vio a mucho más que niños: adultos, solos o en grupo, paseando. Y no todos eran vecinos de las cuadras más cercanas. ¡Hambre de mar! ¿Por qué, entre todas las prohibiciones, han señalado que nadie se puede bañar? Dios mío, si el agua salada todo lo mata, todo lo purifica, todo lo sana… ¿Qué virus sobrevive a u

Viernes 24 de abril

Niños en la calle Lo han anunciado. A partir de este fin de semana, los niños podrán salir, acompañados por sus padres, a hacer la compra o a pasear al perro. Hoy he visto dos papás y una madre joven con sus hijos por la calle. Dios mío, ¡cuánto se les echaba de menos! Los niños caminaban, seriecitos y de la mano, sin alejarse mucho, sin carreras y sin risas. Deben de haberse acostumbrado al encierro. O están muy bien educados. Al jardín de mi bloque todavía no salen. Cuando oigo risas o gritos infantiles me asomo a la ventana… Pero no, todavía no han bajado a jugar. Deben de estar en algún balcón. Nunca pensé que echaría tanto de menos el bullicio de los niños en el parque. A ellos no les afecta el virus. Pueden ser portadores, o no. Pero su sistema inmune los defiende y no muestran síntomas. Me pregunto en cuántos hogares con chiquillos debe haberse filtrado el virus, y cuántas familias estarán ya inmunizadas, gracias a los pequeños. Los niños quizás sean la mejor vacu

Jueves 23 de abril

Libros y rosas ¡Día del libro y la rosa! Y día del santo heroico, del dragón temible y la princesa. Quizás necesitaríamos algún Sant Jordi bajado de los cielos — o surgido de algún rincón del planeta — para vencer a este corona-dragón invisible que sobrevuela la tierra y devasta vidas… Aunque quizás ese Sant Jordi ya lo tenemos entre nosotros, y no uno, sino miles y millones. Vestido de blanco y vestido de negro, encerrado en casa y corriendo al hospital, tele-trabajando, en la carretera o firme a pie de trinchera, para que todos podamos comer y la vida siga. Pequeños sant Jordis sonrientes que se acostumbran a jugar en casa y ancianos sabios sant Jordis que en la soledad nos envían su serenidad y su cariño. Sant Jordi. Cesaron las lluvias y el cielo vuelve a ser de un azul inmaculado. Millones de rosas florecen, ya no en las calles, en los cubos de los vendedores ambulantes, sino de mano en mano, de pantalla en pantalla, de voz en voz. Flores de papel y flores de seda, flore

Martes 21 de abril

Aguas mil Llevo tres días sin escribir… Y hace tres días que llueve sin cesar. Primero un aguacero, ahora, una llovizna fina y persistente. ¿No se cansa el cielo de llorar? Llora el cielo y sonríe la hierba. En el jardín, el césped, la hiedra y los árboles se cubren de un verde exuberante. A los mirlos no los calla ni la lluvia. Por abril, aguas mil. ¡Qué abril tan extraño vivimos! Sin procesiones ni vigilias de Semana Santa, sin feria de la rosa y del libro, sin playa, sin campo, sin vacaciones. Pero por dentro siguen pasando cosas. Jesús sigue resucitando, los hogares se convierten en templos, los niños hacen pan casero y los escritores escribimos sin parar, golpeando el teclado, incesantes como la lluvia. Hay misas por Internet, hay ferias y mesas redondas de escritores en la Red, hay reuniones de trabajo y de familia on line , hay saludos de balcón a balcón y aplausos en las ventanas. Hoy, 21 de abril, hace años que nació mi segunda hermana. Elena, como la de Troya.

Viernes, 17 de abril

Delfines  Esta semana he escrito a salto de mata… Y saltos maravillosos son los que hoy he podido ver en el vídeo que envía un amigo. Debe de haberse hecho viral. Es una grabación desde un móvil, en el puerto de Badalona, hace un par de días. Entre los yates y los veleros amarrados dos delfines saltan alegremente, danzando sobre las aguas, a muy pocos metros de la dársena. ¡Qué belleza! Jabalíes campando por sus respetos en la carretera de Collserola, delfines brincando en el puerto de Badalona, fieras lanzando sus reclamos en el zoo, quizás preguntándose por qué los humanos ya no vienen a verlas, y por qué están tan silenciosos. Y una fiesta de pájaros en los árboles de cualquier calle o jardín. Sí, la naturaleza se abre camino de manera asombrosa apenas la dejamos (y, a veces, aunque no la dejemos). Aunque, no lo olvidemos, nosotros somos parte de esa naturaleza, y espero que algo de salvaje nos quede, aunque vivamos estabulados y, ahora, más confinados que nunca. Po

Miércoles 15 de abril

Mi decálogo para el confinamiento Hace días que, cuando hablo por teléfono, chateo o “e-maileo” con personas amigas, acabamos hablando de la epidemia. Y siempre surge una pregunta intrigante: ¿Por qué a unas personas apenas las afecta, y no les da síntomas, a otras sí y otras se mueren? ¿Es normal esto? ¿No será que la gente se muere de otras cosas, y que el virus, la mayoría de las veces, no hace más que acabar de dar el golpe final? No voy a ponerme a especular, pero la conclusión lógica, y lo que sostienen muchos médicos sensatos, es que todo depende del estado de salud de la persona. Físico y anímico. En un cuerpo sano con un buen sistema inmune los virus poco pueden hacer. Una persona enferma, débil, aquejada de otras dolencias, multimedicada y, además, asustada, es fácil víctima del agresor. Así que, aparte de todas las medidas preventivas e higiénicas, está claro que lo mejor que podemos hacer es ¡reforzar nuestra salud y nuestro sistema inmune! ¿Cómo? De aquí y de