Jueves 30 de abril


Algo nuevo que ofrecer


¡Pasó abril! Y ya queda poco… Se atisba la luz tras el túnel. Sólo nos quedan si todo va bien unos diez días de cuarentena. ¡Sólo!

Aunque el proceso de vuelta a la normalidad será lento y no son pocos los que proclaman que la «nueva normalidad» será otra, y que las cosas ya no volverán a ser como antes.

Nueva normalidad, nuevo orden mundial, el mundo después del coronavirus… Nueva sociedad, nueva política, nuevas formas de comunicarnos, de aprender, de trabajar, de… ¡Cuánta novedad! ¿O serán cosas viejas, disfrazadas con el barniz de lo tecnológico y lo innovador?

¿Será mejor lo nuevo que venga que lo que teníamos?

Creo que eso dependerá mucho de nosotros. Recuerdo que empecé este año publicando en mi Facebook una cita de san Agustín: «Los tiempos no son buenos ni malos, somos nosotros los que hacemos los tiempos». Así somos, así son los tiempos. Hay cosas que no podemos evitar, realidades que no controlamos y amenazas ante las que no podemos defendernos. Pero siempre, siempre, siempre, podemos elegir cómo responder. Y digo responder, y no reaccionar. Porque reaccionar es natural, y es animal. Pero lo humano es responder. Porque responder es lo que nos hace responsables. Porque sólo alguien que es libre puede responder. Y eso, aunque no queramos, podemos hacerlo todos.

¿Libertad confinada? ¿Libertad entre barrotes? Varios nombres me vienen a la mente. San Juan de la Cruz, Nelson Mandela, Nguyen van Thuan, Viktor Frankl… Los tres primeros, sufrieron prisión por motivos injustos. En la cárcel, san Juan escribió sus versos de amor más encendidos. Nelson Mandela cultivó el perdón y la reconciliación, que llevaría de su persona a un país entero. Van Thuan, nueve años aislado, escribió libros que rezuman bondad y esperanza. Viktor Frankl descubrió, en el horror de un campo de concentración nazi, que el hombre es un ser en busca de sentido, aun en las circunstancias más adversas, y que ese sentido lo salva.

Bueno sería buscar y releer, en estos días, lo que dejaron escritos estos imbatibles amantes de la vida. 

Y nosotros, después de sesenta días de confinamiento, de curioso arresto domiciliario, con permisos a diario, sin sufrir tortura, sin soledad total, sin hambre ni aislamiento del resto del planeta, ¿qué vamos a ofrecer al mundo? ¿Qué fruto saldrá de nuestro encierro? ¿Habremos crecido un poco, como las plantas de invernadero? ¿Seremos mejores personas? ¿Habremos creado algo nuevo que compartir? ¿Habremos cultivado en nosotros las semillas de algo nuevo? Algo que sí, que sea mejor que lo que había antes. Algo no impuesto desde poderes internacionales que no conocemos y de cuyas intenciones apenas sabemos. Algo no dictado por la propaganda mediática y gubernamental. Algo que surja de lo más hondo de cada uno. Algo que huela a vida, y que sea fruto de la libertad.

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