Martes 21 de abril

Aguas mil


Llevo tres días sin escribir… Y hace tres días que llueve sin cesar. Primero un aguacero, ahora, una llovizna fina y persistente. ¿No se cansa el cielo de llorar?

Llora el cielo y sonríe la hierba. En el jardín, el césped, la hiedra y los árboles se cubren de un verde exuberante. A los mirlos no los calla ni la lluvia. Por abril, aguas mil.

¡Qué abril tan extraño vivimos! Sin procesiones ni vigilias de Semana Santa, sin feria de la rosa y del libro, sin playa, sin campo, sin vacaciones. Pero por dentro siguen pasando cosas. Jesús sigue resucitando, los hogares se convierten en templos, los niños hacen pan casero y los escritores escribimos sin parar, golpeando el teclado, incesantes como la lluvia. Hay misas por Internet, hay ferias y mesas redondas de escritores en la Red, hay reuniones de trabajo y de familia on line, hay saludos de balcón a balcón y aplausos en las ventanas.

Hoy, 21 de abril, hace años que nació mi segunda hermana. Elena, como la de Troya. Elena, bella y luchadora. Amante de la vida, creativa, aventurera y con un corazón enorme. Contemplándola, cuando era un bebé, me enseñó qué significa el milagro de una vida, que antes no era y que, de pronto, llenó la familia con una nueva presencia.

¡Presencias! Nuestra vida presencial se ha desplegado en esa otra dimensión virtual, digital, extra-física, como queramos llamarla que nos permite seguir vivos, seguir comunicándonos, seguir trabajando. También el arte se despliega en la red. Músicos de todo el mundo se reúnen en las ondas y componen su sinfonía confinada, y la difunden. Quizás tengan más oyentes así que si celebraran un concierto en un auditorio.

Las cosas bellas se hacen virales, como la… ¿gripe? Ya no sé cómo llamarla, pues cuanto más leo y oigo, menos sé qué es esta clase de pandemia que ha parado el mundo y nos ha encerrado en nuestras casas. Cuando salgamos, dicen, empezará un nuevo orden mundial… Nuevo orden denostado por unos y auspiciado por otros. Nuevo, o tan viejo como la humanidad. ¡A saber! Lo importante, pienso yo, es que dentro de cada uno de nosotros nazca también algo nuevo. Algo no dictado, algo no políticamente correcto, algo no fruto del miedo ni de la sumisión servil. Algo genuino, salvaje, tierno y poderoso como la vida misma. La vida del virus, la vida de las rosas, la vida de las gaviotas peleonas. La vida de los leones del zoo, que, aún confinados en su minúscula sabana urbana, siguen rugiendo cada atardecer.

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