Miércoles 17 de junio
Un abrazo
Ayer me encontré con mi hermano, después de más de tres
meses sin vernos, aunque, gracias a las tecnologías, hemos mantenido algunas
videoconferencias con la familia. ¡Bendito zoom!
Tenía que pasarle algunas cosas que mis padres me han
enviado por mensajero desde el pueblo. Una caja con almendras, nueces,
avellanas, conserva de higos confitados... A mi padre le ocurre como a mi
abuela, que necesita dar, con esplendidez, y es feliz cuando otros pueden
disfrutar y alimentarse del fruto de sus esfuerzos en el campo. ¡Hay personas
que tienen corazón generoso de madre-tierra!
Nos encontramos. Él venía con su mascarilla, y yo me
preguntaba cómo nos íbamos a saludar. Él no dudó. ¡Adiós mascarillas! Se la
quitó y nos dimos un abrazo grande, tierno, largo. Dios mío, qué bien saben los
abrazos después de tanta distancia social. Luego estuvimos un rato hablando de
mil cosas, sentados a la sombra de un patio, ante un suelo sembrado de miles de
flores amarillas de las acacias. Me mostró su gel higienizante casero, hecho
con alcohol rebajado y aceite esencial del árbol del té. Huele muy bien y tiene
la ventaja, por el aceite, de que no reseca las manos. Compartimos una rociada
en las manos y nos despedimos. Él se fue con su mochila cargada de nueces, yo
me quedé con el alma cargada de gozo.
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