Martes 23 de junio
Artistas
Se llama Oscar. Viene del Perú, y le gusta viajar, pintar y
conocer las culturas ancestrales de cada país que visita. Cuando vino a
Barcelona, le pilló la cuarentena. No podía regresar a su país, ni ir a otro
lugar. Se le terminó el dinero, no tenía casa ni familia… Pero tenía amigos.
Se juntó con otros jóvenes como él, artistas, aventureros y
supervivientes, de varios países. Todos estaban en la misma situación. ¿Qué
hacer? ¿Dormir en la calle? ¿Refugiarse en algún albergue para los sin-techo? ¿Desesperarse?
¿Pedir ayuda?
Observaron que en una calle muy céntrica de la ciudad había
un hostal. Con la cuarentena, cerró. Lograron contactar con el dueño y le
pidieron que, a cambio de dejarles dormir allí, sin darles nada más, ellos se
encargarían de mantener el edificio limpio y en buen estado. El dueño, ¡debía
ser un hombre bueno!, accedió a este trueque tan singular.
Los artistas tomaron el hostal. No sólo limpiaron, sino que
pintaron, ordenaron, arreglaron cuanto había que arreglar y, después, se
dedicaron a sus obras artísticas. El comedor se convirtió en una improvisada
sala de exposiciones. El dueño del hostal, cuando lo supo, quedó encantado. Los
muchachos artistas cuidaban de su edificio y hasta lo embellecían, sin causar molestias
a nadie. En cuanto a la comida, acudieron a Cruz Roja, explicaron su situación
y recibieron ayuda alimentaria.
A día de hoy, siguen allí. Los conocí este fin de semana, en
un evento al aire libre. Siguen creando, cuidan su espacio y se ofrecen a
colaborar en cualquier voluntariado que les surja. ¿Quién dijo que los jóvenes
están perdidos? ¿Quién dijo que en el mundo no hay esperanza? Conocer a
personas así me demuestra, una vez más, la asombrosa capacidad humana de
adaptarse a lo que sea y sacar, de lo peor, frutos maravillosos.
La vida a veces nos echa estiércol… pero una buena planta siempre echa flores.
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