Domingo 24 de mayo
Las primeras flores amarillas
Hace unas semanas, las acacias de la vila Olímpica cambiaron
sus hojas. Y ahora, tímidamente, los primeros botones de oro caen sobre el
asfalto. En una semana, tendremos las arboledas cubiertas de flores amarillas,
que irán cayendo, como mansa lluvia, tapizando aceras, parques y jardines.
¡Llega el verano!
Ya se huele, en el aire, en el calor que, a mediodía, roza
los treinta grados. En las mantas que sobran y en la luz del sol, cada día más
madrugador. En el canto de los mirlos, al amanecer, a mediodía, a media tarde y
siempre que les apetece. En el coro de pájaros inquietos que me despierta cada
mañana.
Se acerca el verano… ¡y ya podemos ir a la playa!
Distanciados, eso sí. Evitando aglomeraciones, eso sí. Y sólo para tomar un
poco el sol y practicar deportes. «No están permitidos los baños recreativos.»
¿Qué es eso? ¿Desde cuándo un baño de mar, un regalo para la salud, está
prohibido? Ahora los necesitamos más que nunca… Luego pienso y entiendo que,
prohibiendo los baños, están alejando a la gente de la playa. ¿Quién puede
pasarse horas en la arena, sin darse un remojón en el mar?
Pero la gente va a la playa. Los surfistas se lanzan con sus
tablas, haya o no haya olas. Algún bañista furtivo se atreve a zambullirse y
dar unas brazadas. ¿Acaso nadar no es una actividad deportiva?
Pero pronto podremos ir al mar. Pronto. La pandemia se
aleja, las cifras revelan que estamos ya en los últimos flecos… Semana a
semana, iremos pasando de «fase». Abren los comercios, se abrirán los
aeropuertos, se podrá viajar de una provincia a otra, se podrán celebrar
reuniones, y fiestas, y mercadillos… aunque sea con mascarilla, hidrogeles por
doquier y controlando números y metros de distancia. ¡Es igual! Nos
adaptaremos.
Lo importante es que, cada vez más, podemos salir de casa.
¡Y que lluevan las flores amarillas!
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