Viernes 3 de abril


¿Cuánto vale un abrazo?


Un amigo me cuenta sobre otra amiga, una madre. Lleva tres semanas sin ver a su hijo y a sus nietos. Se llaman, pero no es lo mismo. El hijo se ofrece a hacerle unas compras. Irá en coche y le traerá lo que necesite. Quedan abajo, en la calle. No deberían acercarse mucho. Ella saldrá a la portería, él dejará las bolsas en la acera.

Apenas sale del ascensor y lo ve, en pie, desde el cristal de la puerta, le da un vuelco el corazón. Corre hacia la puerta, abre, sale a la calle… Él no da un paso atrás, y la recibe en sus brazos.

Se abrazan, sí. ¡Gesto hermoso y prohibido en estos días en que hasta los más amados pueden ser, sin quererlo, el enemigo oculto bajo la piel! Se abrazan, ella llora. Poco después, se despiden. Han sido apenas unos minutos, pero ella regresa a casa cargada de bolsas y con el corazón ligero.

¿Qué precio tiene un abrazo? ¿Cuánto arriesgaríamos por estrechar, un día más, a quien queremos más que a la misma vida?

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