Martes 31 de marzo

La hermana muerte


Cuando los fallecidos son números, parece que la muerte no es tan real. Pero cuando toca a personas cercanas, amigas, o familiares de amigos, de pronto esas cifras se convierten en rostros, en nombres y en historias, y empieza a doler. Duele, conmueve y asusta más. Inevitablemente, comienzas a imaginar qué pasaría si mañana, o pasado, la gran igualadora  visitara a uno de los tuyos. O si comenzara a acechar en tu puerta.

Me llegan noticias. Muere la mejor amiga de una tía. Muere el padre de otra amiga. Todo comienza con un catarro, una tos persistente, malestar, algo de fiebre... Después, el hospital. Y, de pronto, todo se precipita. Los médicos arrojan su sentencia. «Le damos cuatro días.» Y aciertan, con aterradora precisión.

Març, marçot, mata la vella a la vora del foc... i a la jove, si pot.

El virus está en el aire... Así comencé a escribir este diario. Hoy sabemos algo más. La muerte está en el aire, pero la única defensa, y la mejor, está dentro de nosotros. Nos dicen algunos médicos avisados, los que huyen del alarmismo y la vorágine desesperada de la urgencia, que hay que fortalecer el sistema inmune. El mejor ejército contra el virus lo tenemos en nuestras células, en nuestra sangre. Y, quiero pensar, también en nuestra alma. ¿Qué hacer para fortalecernos? Oración, ganas de amar, sol, ejercicio, abrazos —aunque sean virtuales—, y mucha vitamina C. 

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