Lunes 6 de abril

El discurso del presidente


Me llega un vídeo sobre un anciano creativo, ¡un genio!, que ha diseñado una mascarilla de plástico, transparente y a prueba de virus, con una botella de plástico reciclada, como las que podemos encontrar en cualquier súper llenas de refrescos o zumo de naranja. En otro vídeo, una modista enseña cómo coser mascarillas, ofreciendo un patrón anatómico y perfecto, según recomiendan los médicos. ¡Cuánta creatividad! Creo que terminaré fabricándome mi propia mascarilla, de plástico o con un pañuelo, ya veré, porque nunca se me ha dado bien coser, ni tampoco las manualidades. Pero la necesidad aguza el ingenio y hasta los dedos.

Ayer escuché el discurso de nuestro presidente del gobierno. Largo y moralizante, con voz de papá preocupado que alecciona a sus hijos. Las pocas preguntas que le dirigieron los periodistas, mediadas y transmitidas de forma indirecta, dieron pie a otros tantos discursos en el mismo tono. Me quedé con tres palabras o expresiones que repitió con inquietante insistencia. Imagino que no fue por casualidad.

La primera fue «empatía social.» ¿Deseo de simpatizar con la ya empática ciudadanía que se esfuerza por ser solidaria en el encierro? ¿Deseo de reforzar nuestra fraternidad… o nuestra docilidad?

La segunda fue «digitalización.» ¿Preludio de escuelas on line, dinero digital y relaciones humanas cada vez menos presenciales y más virtuales? ¿Un mayor control de la ciudadanía a través de los dispositivos móviles? ¿Mayor ciberseguridad? ¿Necesitamos más de esto? Ya nos estamos habituando, sí.

La tercera fue más o menos así: «tenemos que estar preparados para esta pandemia, y para las que vendrán». Y si no fuera porque lo repitió al menos tres veces, quizás no le hubiera dado mayor importancia, pero… ¿Qué saben nuestros gobernantes que los  ciudadanos no sabemos? ¿Nos quieren curar en salud? ¿Nos quieren preparar para una era de guerras virológicas? ¿Es simple prudencia o siniestro conocimiento?

Por si las dudas, ahí está el mensaje. Quizás no era necesario que nos lo dijera. Somos empáticos, estamos superconectados y, en vista de lo sucedido en las últimas décadas, podemos sospechar que esta crisis no será la última. Pero quizás debamos darle las gracias al presidente por habernos lanzado pistas. Sea como sea, nos toca estar preparados… Y aprender a vivir, como cantaba Serrat, «como si fuera el último día que nos queda por vivir».

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