Domingo 22 de marzo
Silencio y tiempo
Hace una semana que iniciamos la Cuarentena. ¡Y llegó la
primavera! Nada detiene la alegría del sol, de los plátanos que brotan, de los
pájaros que, estos días, se adueñan de calles y parques. Cuando la ciudad
calla, se oye el cantar de las aves…
Me asomo a la ventana, respiro ese silencio monástico —Barcelona es un gran claustro— y me pregunto si era necesario que viniera un virus para que
aprendiéramos a saborear la calma.
Calma que asusta a muchos. El ruido y el frenesí se nos han
hecho tan familiares como el latido de un corazón cercano. Nos espanta el
silencio de tumba que nos rodea. Y, a falta de ruido urbano, nos llenamos de
ruido virtual a través de los dispositivos. ¡La Red está que arde!
Vivimos añorando esos dos tesoros tan escasos: silencio y tiempo.
Ahora los tenemos en abundancia y añoramos lo contrario. Podemos convertir estos días de confinamiento
en un retiro espiritual. ¡Qué regalazo! Quince días para encontrarme conmigo,
para escuchar mi voz interior, para contemplar mi vida y reflexionar sobre mis
metas y sueños. Quince días para rezar, meditar, respirar… y replantearse
muchas cosas. Quince días para hacer menos, y ser más.
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